Cuántas palabras para describirlo, ¡cuantas metáforas, cuentos, poemas y onomatopeyas! Cuantas cabezas, plumas, manos y paladares fueron inspirados en un solo sabor. Cuantas palabras, tantas, para una sublime e inigualable sensación.
Coman chocolate, pero cómanlo sin ese instinto que nos invade a todas las mujeres como una fiera indomable: la culpa. Y parte de esa culpa tiene que ver con que engorda. ¡Si, el chocolate efectivamente engorda, muchísimo!
Engorda el alma, engorda los sueños, las ilusiones y la esperanza.
Engorda los deseos, todo tipo de deseos, engorda el entusiasmo y los caprichos.
Cuando se sientan solas, coman un chocolate.
Cuando todo en el mismo día salió diferente a lo pensado, coman chocolate; si tomaron una copa de más, coman chocolate; si el sueño las invade en un momento inoportuno, coman chocolate; si la desilusión es amorosa, cómanse una caja de chocolates; si van de visita a una casa, lleven bombones, porque no habrá regalo mejor apreciado ni bálsamo más reparador que un rico chocolate.
La vida es un suspiro; aprendamos a suspirar nosotros por aquellos pequeños placeres que logran gratificarnos transportarnos y evadirnos al menos por un pequeño instante a nuestro propio realismo mágico que nos llenará el alma de puro placer y de una inmensa pasión que sólo el chocolate es capaz de transmitir.
¡Coman chocolate y disfrútenlo!
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